Memorias de un ex GagWriter
Reportaje de humor de Luis H. Echevarría acerca de su intento de escribir chistes para artistas de humor gráfico a mediados de la década del setenta del siglo 20
Arte Cultura y Entretenimiento | Redacción/ Escrito por Javier Martínez | Visit [a] TintaADiario en Facebook
Su nombre era Luis H. Echevarría, pero todos lo conocían sencillamente como Eche. Estuvo a cargo de la página de Gente y, ocasionalmente, escribía la columna «Echevarradas» en el diario EL MUNDO, donde comentaba temas de actualidad con un fino toque satírico. Indicaba el autor: «El humor es lo que me sale con más naturalidad». Además de su columna trabajaba como «copy reader», en edición de noticias, títulos y diagramando las páginas del Mundo.
Nació en Ponce, se crió en Adjuntas y murió en Arizona por complicaciones del Alzheimer, tenia un Bachillerato en Artes, con concentración en Español, en la Universidad Interamericana en San Germán. El escrito que hemos reproducido abajo y que tiene que ver con el mundo del humor gráfico, narra su experiencia con ese mundo y su deseo de mudarse ha España (la cual entiendo ya conocía por que creo intento estudiar medicina de mas joven), no termino esa vocación, asumo por esta cita graciosa de el: «hasta que me di cuenta que eso no era lo mío La primera vez que usé el bisturí fue para cortar una pasta de guayaba que me enviaron desde Puerto Rico».
Tambien fue traductor, en 2016, ante su muerte Carmen Millán Pabón escribió una columna de homenaje titulada Ese Eche… al colega y amigo que fue, incluye otras citas de personalidades de la prensa como Gloria Borrás, Ruth Merino, Helga Serrano, Carlos Rubén Rosario que laboraron junto a el en el diario EL MUNDO y que destacaron sus cualidades de humor, de titulista, su personalidad y don de gente.
Memorias de un ex GagWriter
Reportaje de humor de Luis H. Echevarría acerca de su intento de escribir chistes para artistas de humor gráfico a mediados de la década del setenta del siglo 20
Publicado originalmente en julio de 1975. republicado en julio de 1990
YO LO QUE quería realmente era irme a vivir a España. El único problema era la maldita mala distribución de la riqueza que existe en el mundo. O sea, ¿de qué rayos íbamos a vivir?
No pocas noches pasamos mi esposa y yo explorando y descartando posibilidades. Pronto pude comprobar que para un hombre honrado las posibilidades eran alarmantemente reducidas. Yo quería vivir en España, sí, pero ganándome honradamente el gazpacho andaluz nuestro de cada día. Hasta que un sábado cualquiera me llegó la solución cuando menos lo esperaba. Hojeando el Writer’s Digest en Matías Photo Shop, tropecé con un anuncito perdido en las últimas páginas de la revista:
«Atención gagwriters. Ya está en el mercado el último Directorio de Caricaturistas… Cincuenta y tres caricaturistas, con sus nombres y direcciones, a quienes vender vuestras ideas…»
Confieso que la revista me tembló en las manos. Fue algo misterioso, como una puerta que se abre corno por arte de magia. Intuitivamente supe que en aquel anuncito 2 x 2 se encontraba nuestro viaje a España. Exclamando eureka o algo por el estilo, salí disparado rumbo a casa para preguntarle a mi esposa que si prefería Málaga, Logroño o Sevilla. Acababa de nacer el primer gagwriter profesional adjunteño.
Ni por un instante dudé que pudiera vender mis ideas a los caricaturistas americanos. Los con-ceptos humorísticos se me daban con relativa facilidad y en lo que al inglés se refiere, sabía que podría bandearme con lo que me enseñaron doña Milagros Llauger en ‘ Adjuntas y el doctor Gilbert Neiman en el Poly.
Al día siguiente le envié el giro de cinco pesos a Al Gottlieb ( publicaba Gag Recap. )para que me remitiera el directorio. Tardó par de semanas en llegar o sea, una eternidad. La cosa funcionaba de la siguiente manera:
En el Directorio conseguías el nombre y la dirección del caricaturista, amén de una serie de datos sobre el tipo de caricaturas que interesaba, a qué revistas había vendido y cuánto pagaba al gagwriter (generalmente, el 25% de lo que le pagaba a él la revista o periódico). El gagwriter debía remitir sus ideas – mecanografiadas y sintetizadas en pocas líneas – en tarje-titas de 3 x 5 (por lo general 10 tarjetas en cada envío), acompañadas de un sobre con sello que utilizaría el al contestar.
A su vez, el caricaturista retenía la idea o ideas que le interesaran (los llamados holds), devolvía las demás (que uno podía enviar a otros caricaturistas), procedía a hacer el dibujo y luego iniciaba el proceso de llevar o enviar la caricatura a sus markets. Una vez vendida, le mandaba al gagwriter su tajada. Así de sencillo. O sea. ¡España. here I come!
Descubrí grandes contrastes en las tasas de pago. Playboy, por ejemplo, paga $350 por cari-catura corriente en blanco y negro, Ladies Home Journal paga $225, New Yorker $200, Cosmopolitan $175… Pero True Detective paga $25 y Male, True Action y Science Digest sólo $15; otras pagan menos. El número de periódicos y revistas de todo tipo que se publican en Estados Unidos es casi infinito.
En menos de lo que se dice «paella valenciana», ya había parido y despachado 30 o 40 ideas. El primero que contestó fue George Dole, un buen caricaturista que le ha vendido Ideas a las mejores revistas norteamericanas. Su notita no se andaba por las ramas: «Sorry, Luis. None here. Best, George». Mi cuñada Inés, que se encontraba en casa cuando llegó la carta, trató de levantarme la moral. «¡Qué amable! Por lo menos te dio las gracias».
Aquello, por supuesto, no frenó mis ímpetus creativos ni mucho menos. De mi maquinilla siguieron saliendo gags por un tubo y siete llaves. Todos los días echaba al buzón dos o tres remesas. Cuando me aceptaron el primer par de ideas (Lo Linkert, un caricaturista alemán residente en Canadá), mi esposa se encaramó por el cyclon fence de nuestros vecinos Amaury y Catalina Flores para llamarme al trabajo.
Fue entonces cuando empezamos a sacar cuentas (¿galanas dijo usted, señora?). O sea, yo podía crear fácilmente unas 100 ideas a la semana; calculando conservadoramente que me aceptaran el 20% de ellas, a un promedio también conservador de $5 por caricatura, me ganaría ¡$100 semanales! Esto, sumado a las colaboraciones a «Esto no tiene nombre» que enviaría desde España y la columnita semanal que me iba a publicar El Mundo.
Lo siguiente fue renunciar en la agenc publicidad donde trabajaba entonces y ven casa. Mi esposa y yo tenemos una gran cantidad de familiares y amigos, amigos y familiares entre los cuales se da la más amplia gama de ideas y conceptos filosóficos, ideológicos y me-tafísicos; diversidad de ideas y conceptos que en este caso en particular dieron paso a la más singular unanimidad: «¡Es una locura!».
Nos establecimos en Sevilla. Allí, al pie del Guadalquivir, la Giralda, el parque de María Luisa y el barrio de Santa Cruz, yo me pasaba los días escribiendo chistes y velando al cartero. La primera venta fue memorable. La caricatura del pajarraco y el equilibrista reproducida parcialmente aquí, que le vendió Roland Michaud al Saturday Evening Post (y que reimprimió luego el National Enquirer me tocaron $37.50 ¡La primera venta y al Saturday Evening Post nada menos! Para celebrar, nos fuimos al barrio de Santa Cruz a bebemos una jarra de sangría con pinchitos morunos en la Hostería del Laurel. De hecho, hasta empezarnos a hablar de la posibilidad de tomar una sirvienta.
Aquella fue mi primera y única venta en Sevilla.
Las semanas transcurrían al son de los «sorry, Luis» y aunque siempre me aceptaban cierto número de gags, los holt se negaban rotundamente a convertirse en sales. Un día subimos a lo alto de la Giralda a darle el último vistazo a Sevilla y regresamos a Puerto Rico. Aunque ya sólo esporádicamente, de vez en cuando me animaba y volvía a cultivar el gagwriting. De hecho, gradualmente fui afinando la puntería y tanto los holds como los sales iban en aumento. Muestra de ello es el collage caricaturesco que acompaña este artículo. Pero ya no era lo mismo. Una tarde me llegó un cheque de sesenta centavos ($0.60) por concepto de una venta al periódico Oklahoma Orbit o algo por el estilo. Aquel día me convertí oficialmente en el primer ex gagwriter profesional adjunteño.
En el reportaje de 1975 Estas caricaturas han sido reproducidas con la autorización de:(CASA-REMOLQUE) The Saturday Evening Post (c) 1972, The Curtis Publishing Company. (PAJARRACO) The Saturday Evening Post (c) 1971, The Curtis Publishing Com-pany. (PRESOS) (e) 1974, Goddard Sherman. (SEÑORA Y ASESOR FINANCIERO) (c) 1974, The Wall Street Journal. | ( NÁUFRAGOS) (e) 1973, The Wall Street Journal. | ( XEROX) (c) 1973, James Estes. (LUCKY) (e) 1973, The Nátional Enquirer. (PINTURAS) enero 1973, Weight Watchers Magazine.
Se pueden incluir imágenes de perfiles en Facebook, la red y otros medios. son utilizadas para ampliar la experiencia del lector. Javier Martínez es artista multidisciplinario de Puerto Rico