La Risa Aquí y Allá, Ahora y Hace Tiempo | Parte 7, 1979
|Siglo 19 Sacar Publicación Satírica era Obra Suicida, Serie La Risa Aquí y Allá, Ahora y Hace Tiempo por Arturo Yépez
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Siglo 19 Sacar Publicación Satírica era Obra Suicida
Por Arturo Yépez-Pottier | sábado 29 de septiembre de 1979
De acuerdo a Salvador Tió, “la época de oro del periodismo puertorriqueño se produce en el siglo pasado«, y agrega: “habían unos señores que tenían algo que decir y lo decían muy bien”.
Nada parecía detener el entusiasmo de los primeros periodistas puertorriqueños, que, en algunos casos, ante la carencia de una imprenta, llegaban al extremo de hacer sus periódicos a mano.
Si nos sorprende esta actividad periodística a pesar de tantas adversidades, el asombro es aún mayor cuando examinamos la producción satírico-humorística. La lógica nos dice que si existía un estado de persecución contra los periódicos serios, todo intento por sacar una publicación de sátira sería suicida.
Pero no fue así. La gracia criolla era avasalladora e incontenible y habría de volcarse de lleno en varias revistas de este tipo. Algunas de ellas fueron El Moscardón (Ponce 1865); El Loco (Caguas 1866); Don Simplicio (San Juan 1871), en la que haría sus primeros pinitos Manuel Fernández juncos; La Araña (San Juan 1871); Don Cándido (San Juan 1872); Juan Bobo (Humacao 1872); El Diablillo Rojo (Ponce 1873), la que afirmaba «ser redactada por jóvenes de buen humor»; y otras.
Las primeras revistas de este tipo eran más bien de carácter «festivo» y su propósito, ante la imposibilidad de comentarios muy audaces, era entretener sin complicar las cosas.
Pero en 1877 aparece El Buscapié, de Manuel Fernández Juncos, y con ella comenzaría en Puerto Rico el difícil arte de la sátira política.
Por 24 años consecutivos habría de publicarse esta revista, que fue en su tiempo la más leída y popular de todas. En ella supo Fernández Juncos combinar su magnífico estilo de escritor costumbrista con sus agudas observaciones del carácter puertorriqueño.
La revista era famosa por sus versos o «buscapiés”, con los que, por ejemplo, critica a un alcalde opresor que había multado y secuestrado un periodista:
“Padecerá de la vista
Y “El Alba” lo habrá asustado.
No hay más: este delegado
Debe ser oscurantista”.
O con los que despide a un periódico colega:
“Cuando un periódico
muere
suelen decir los demás
¡Uno menos! Ya nos toca
Mayor parte… de fiscal».
En un artículo que intitula “Monólogo Triste”, en la edición del 14 de octubre de 1877, exclama impotente: “En vista de semejantes contrariedades, hállome irresoluto acerca de la materia que he de elegir para llenar hoy las cuartillas que hacen falta, y en vez de ideas luminosas, y de pensamientos delicados y oportunos, vienen a mi imaginación los doce artículos del decreto, las denuncias de los fiscales y el clamor general de mis colegas pidiendo una ley más amplia y más precisa que garantice de algún modo los derechos del escritor. ¿Hasta cuándo, Dios mío, hasta cuándo ha de durar esta penosa situación del periodismo puertorriqueño?”.
En cierta ocasión, el dueño de la imprenta donde se imprimía El Buscapié, más irritado ya que el propio Fernández Juncos por los desmanes de la censura, le pregunta cómo habría de rellenar el blanco dejado por la censura. La respuesta no se hizo esperar: “Con clichés de herraduras de caballo», agregando luego, “y escriba al margen ‘por aquí pasó el censor”.

El 9 de julio de 1883, El Buscapié es suspendido por 20 números. Pero ésto no amilana a Fernández Juncos y publica un nuevo semanario que titula El Domingo. La nueva publicación corre la misma suerte y se la clausuran por nueve meses. Impertérrito, Fernández Juncos saca entonces a Don Domingo, la que finalmente funde con El Buscapié al concluir la penitencia impuesta a ésta.
A lo largo de su larga y azarosa existencia, la revista sufriría innumerables censuras, vanos procesos judiciales y cuantiosas multas.
Sin embargo, el éxito de El Buscapié propició la aparición de varias revistas del mismo estilo. Una de las más interesantes fue El Sombrero, de Vega Alta, que vio la luz el 8 de abril de 1877 y tuvo la peculiaridad de ser manuscrita, con hermosas caricaturas a color.

Debido a que la revista era hecha a mano, la censura tenía que recurrir a pegar parches blancos llenos de puntitos en las partes “no recomendables”, como tuvimos ocasión de ver uno de los ejemplares que revisamos en el Archivo General de Puerto Rico.
Su sección “Sombrerazos», sin embargo, no se acalla:
“Según nos fue informado, un comisario de barrio, con hábitos de persona decente, ha censurado a El Sombrero. Ya decía yo que un Comisario de barrio era persona “ilustrada” llamada a censurar nuestros actos.
Pretender dar gusto a todos
Es un negocio infecundo
Obremos bien y que diga
Lo que quiera
todo el mundo”.
Y en un soneto titulado “Mujer Difícil”, El Sombrero suelta esta sonora queja ante los vaivenes de la moda:
¿De la mujer moderna
quien se fia
que a la postre no salga
escarmentado?
Natural antes era
su peinado
y hoy es… un casco
de caballería.
Corsés con embutidos
en el día
gasta para ostentar
seno abultado
Y polisones huecos
ha inventado
para engañar
con más alevosía.
De mejunges sin fin
la faz se llena
siempre ambiciosa
de aumentar su hechizo.
¿Qué no es capaz de hacer
la que tal hizo?
Falso en ella es
cuanto hoy nos enajena .
¿ Será también su corazón
postizo?».
Calces de las imágenes del reportaje, mirar header
- Tradicionalmente, uno de los temas más común en las revistas satíricas de aquella época era el de la moda femenina. En su edición del 12 de febrero de 1911, El Carnaval ilustraba con esta caricatura de Leoncio Martínez una serie de epigramas que se mofaban de “el último grito de la moda” en aquel entonces, que eran las faldas ajustadas. (Cortesía de la colección del Ateneo Puertorriqueño.
- Uno de los personajes de la política local, más populares de la época lo era don Antonio R. Barceló, abuelo del actual gobernador, Carlos Romero Barceló, quien al igual que Luis Muñoz Rivera, José de Diego y Barbosa eran constantemente caricaturizados en las revistas humorísticas de la época, tal como ésta, correspondiente a El Carnaval, del 1 de julio de 1917. (Cortesía ríe la colección del Ateneo Puertorriqueño).

Arturo Yépez, Caricaturista, musicólogo y periodista Chileno-Argentino y Puertorriqueño por destino, de padre publicista, madre artista y caricaturista. Yepez se mudó a República Dominicana, donde trabajó en publicidad, y luego a Nueva York (1958-1968), donde colocó cartoons en revistas de humor de la época ( Cracked, Reader’s Digest, Best Cartoons of the year 1964, The New York Times Book Review y Wall Street Journal), laboró en American Times y editó Caricatour, una revista de sátira política.
Establecido en Puerto Rico desde 1968, trabajó en el diario San Juan Star, en Associated Press internacionalmente, como oficial de prensa de la Telefónica y fue caricaturista editorial de El Vocero (1991-2015), El Mundo (producción de Ay Bendito Dominical 1988-) y Caribbean Business. Iniciador de los salones de humorismo junto a Antonio Molina y cofundador de la Asociación de Caricaturistas de Puerto Rico, de la cual a sido Presidente en varias ocasiones y gestor de exhibiciones en y fuera de Puerto Rico, ha recibido diez premios del Overseas Press Club, cinco de la Asociación de Fotoperiodistas y la Medalla Carmelo Filardi de la UNESCO por su trayectoria.
Yépez es autor de Humor a quien humor merece: La sufrida y valiente historia de la sátira política en Puerto Rico, libro importante, de los pocos que documentan el humor gráfico y la sátira en nuestra isla, también publicó en 2021 Mis 100 mejores: una selección-celebración de 60 años de caricaturas, una antología que incluye caricaturas censuradas. Desde 1968 ha dictado en distintas décadas conferencias sobre humor gráfico en Puerto Rico, Argentina, Nueva York, la Universidad de Alcalá y otros, ha publicado reportajes en los diarios sobre humor como La Risa Aquí y Allá, Ahora y Hace Tiempo (1979), serie de nueve reportajes publicados cada día por una semana en el diario El Mundo, ha laborado como profesor en Universidades y en la Liga de Arte, impartiendo cursos sobre caricatura y regenta su propia Agencia de Publicidad o de relaciones públicas llamada Comunicación Positiva.
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